Los meta-marcos tienen indudables ventajas para las políticas públicas: pueden ayudar a articular nuevos imaginarios y pueden servir como guías para acciones específicas (y como vehículos de financiación). Pero también puede haber inconvenientes, especialmente cuando las prácticas inspiradas en estas metanarrativas se imponen crudamente en diferentes espacios físicos con poca o ninguna consulta o ajuste a las circunstancias locales. Esto plantea una pregunta analítica más amplia sobre cómo las narrativas de políticas, y un conjunto asociado de prácticas de políticas para respaldar esto, influyen en los procesos de transición cuando se aplican en geografías muy diferentes. El desafío posterior es desarrollar una metodología para estudiar empíricamente esta cuestión frente a patrones complejos de relaciones que hacen que los espacios sean únicos pero también crean desigualdades en los procesos de transición.
A pesar de estas complejidades, la creciente demanda de nuevas metanarrativas para respaldar los procesos de transición hace que los investigadores tengan la responsabilidad de estudiar cómo se implementan y aplican las narrativas políticas y las prácticas políticas en todos los espacios y cómo los diferentes actores las reciben e interpretan en diferentes espacios. En otras palabras, ¿cómo pueden las narrativas políticas y las prácticas políticas seguir siendo relevantes, beneficiosas y útiles desde la perspectiva de las transformaciones cuando viajan a través de diferentes espacios contextuales? Estas preguntas nos obligan a ir más allá del ámbito de la política de CTI y participar en debates más amplios sobre nuevas formas de política pública para el cambio transformador. Comenzamos rastreando brevemente los debates en torno a las formas relacionales de gobernanza antes de abordar la cuestión de las diferencias espaciales.
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